ALIMENTACIÓN TAOISTA Y PALEOLITICA

Me sorprendió cuándo supe que la gran restricción alimentaría de los Taoistas es la de no comer cereales.

En diversos libros del pasado aparecen relatos de personajes célebres que renunciaban a los cereales porque veían en ellos una base para la enfermedad.

Zhang Liang, por ejemplo fué un personaje que ayudó a instalar al clan Han en el trono, una vez concluida esta hazaña se retiró del mundo y decidió dejar de comer cereales y practicar Qigong.

Zhuang Zi, un filósofo chino tan importante cómo Lao Tse, narra que en la Isla de los Bienaventurados (el equivalente al Cielo del Cristianismo, o a la Isla de Avalon de los Celtas o Shambala de los Tibetanos) no se alimentaban cereales ya que se dedicaban a «aspirar el viento y el rocío», es decir a la práctica del Qigong interno.

Tanto para Zhang Liang cómo para Zhuang Zi, el echo de no comer cereales es sumamente importante para  poder realizar satisfactoriamente la práctica de Qigong que les ayudará desarrollar sus capacidades.

 Ya que en dicha práctica lo más importante es tener la mente despejada, abierta, despierta, para poder movilizar el fluir del Qi vital.

En el libro Shenxian zhuan, dedicado a biografías de los inmortales, se narra la historia de un tal Chen Jian que al dejar de comer cereales se hace tan ligero que puede caminar unos centímetros elevado del suelo.

 Otro hombre, Whan Zhen, al suprimir los cereales rejuvenece tanto que se convierte en  inmortal, es decir, muy longevo.

Porqué hay tantos relatos en los que el mensaje común es no consumir cereales para así poder adquirir una gran longevidad y una buena capacidad mental?

Según la tradición taoista la más importante recomendación alimentaria es la de no consumir cereales, ya que se decía que los” tres gusanos” que deterioran el cuerpo se nutren de los cereales, concretamente de los cinco granos: el trigo, cebada, mijo, sorgo y arroz.

 Cuando no se consumen durante un año se purifican los intestinos y se detiene la degeneración del organismo ya que se destruyen los «tres gusanos” causantes de decrepitud y enfermedad.

La propuesta que ofrecen los Taoistas de no comer cereales, desde otro punto de vista similar es la que ofrece la dieta Paleo o Evolutiva, ya que al ser los granos ricos en almidones provocan un elevado índice de glucosa en la sangre, problemas para poder digerirlos y pueden dañar las paredes intestinales por tener gluten, con lo cuál, podrían dar lugar a enfermedades inmunes cómo la obesidad, fatiga, parasitosis e intestino permeable generando así todo tipo de problemas de salud tanto físicas cómo mentales.

Veamos detalladamente el porqué:

Los datos arqueológicos demuestran que en los lugares dónde floreció la agricultura también aparecieron determinados problemas de salud no vistos anteriormente.

Estudios de huesos y dientes han revelado que los esqueletos encontrados en la época agrícola tenían más casos de osteoporosis, caries, raquitismo y eran más bajitos con respecto a sus ancestros cazadores-recolectores.

Se ha podido demostrar que con la llegada de la agricultura aparecieron las enfermedades asociadas a la carencia de minerales y vitaminas cómo son el escorbuto, beriberi, pelagra, anemia.

La agricultura dio lugar a que la población aumentara en número pero disminuyera el promedio de vida, pues la gente estaba más debilitada físicamente y moría antes debido a enfermedades varias.

Los nuevos alimentos, cereales, legumbres y féculas ofrecían calorías pero no los nutrientes esenciales de los que disfrutaron sus ancestros, cuya base alimentaria constaba de carnes, frutas y verduras.

Con la llegada de la sal y los lácteos mejoró la variedad de alimentación y sabores pero empeoró el estado de salud de las personas.

También se comenzó a criar a los animales con grano y féculas, y así la caza fue quedando en segundo lugar. La mayor parte de la carne no se comía fresca, sino que se encurtía, salaba o ahumaba.

Esto aseguraba comida todo el año dando lugar al contrapunto de que el cuerpo no está diseñado para ciertos alimentos que nos enferman al comerlos en exceso.

Los cereales y las legumbres contienen unas sustancias llamadas lectinas formadas por una mezcla de proteínas y carbohidratos que han producido las plantas para protegerse de los insectos predadores.

 Las lectinas pueden adherirse a cualquier parte del cuerpo y causar estragos en él. Su mayor concentración se encuentra en la forma de semilla, y son conocidas por causar  irritación digestiva. Las lectinas pueden soportar la degradación a través de un pH y temperaturas de amplio rango, por lo que ni la germinación, fermentación o cocinarlas evitara sus efectos nocivos.

En el proceso digestivo las proteínas se descomponen en aminoácidos que después se asimilan en el intestino delgado. Las lectinas sin embargo no se digieren ni se descomponen, sino que inhiben a las células del intestino donde tienen lugar la absorción de los nutrientes. Está demostrado que las lectinas de la alubia roja, la soja y los cacahuetes aumentan la permeabilidad intestinal y permiten que entre en el torrente sanguíneo proteínas parcialmente digeridas y restos de bacterias residentes en el intestino. Al envenenarse así la sangre se activa el sistema autoinmune para defender al organismo de todo el tóxico que está entrando en el torrente sanguíneo.

Recientemente se ha descubierto que muchos fragmentos de bacterias del intestino están formados por los mismos componentes moleculares básicos que se encuentran en ciertas proteínas del sistema inmune y en algunos de los tejidos atacados por este. Esto puede confundir al sistema inmune, induciéndolo a atacar a los tejidos del propio cuerpo. Un buen número de investigadores han llegado a la conclusión que las proteínas de la leche, cereales y legumbres también pueden engañar al sistema inmune, induciéndolo a atacar a los tejidos del propio cuerpo por este proceso de mimetismo moleculares.

Esto provoca inflamación y genera todo tipo de enfermedades autoinmunes, cómo la artritis, esclerosis múltiple, celiaquismo, dermatitis, diabetes, hepatitis, fibromialgia, depresión, esquizofrenia, parkinson, alzheimer, que podemos ayudar a desinflamar con grasas saludables cómo el omega 3, y otros alimentos con funciones antiinflamatorias.

Más del 70% del cerebro es grasa, esta tiene un papel crucial en el sistema inmune. Las grasas saludables cómo el omega3 (pescado, nueces, lino) y las monoinsaturadas (aguacates, olivas, nueces) reducen la inflamación, mientras que las hidrogenadas y modificadas, presentes en los alimentos procesados, aumentan la inflamación.

Las vitaminas A,D,E y K necesitan de las grasas para que el cuerpo las absorva de la forma apropiada. Razón por la cual se requiere consumirlas para que transporten estas vitaminas “solubles en grasa”. Ya que no son solubles en agua, solo pueden ser absorbidas en el intestino delgado si vienen combinadas con grasa. La deficiencia de estas vitaminas ocasionada por una mala absorción siempre es grave. Por ejemplo la vitamina K contribuye a la salud del cerebro previniendo de la demencia senil, de la degeneración macular y de la coagulación sanguínea, por ello cuándo nos hacemos una herida, ésta detiene el sangrado excesivo. Sin la vitamina A, el cerebro no se desarrollaría, estaríamos ciegos y propensos a infecciones. Sin la vitamina D, podemos generar más fácilmente una depresión, alzheimer, esquizofrenia, parkinson….

Ayuda a desinflamar el cuerpo el omega 3 (pescado, nueces, linaza), el resveratrol, presente en la uva negra, por eso dicen que una copita de vino mejora el flujo de sangre al cerebro y promueve el buen funcionamiento del corazón, y refrena las células grasas al inhibir su desarrollo, aunque es mucho más saludable un racimo de uva negra que una copa de vino, la cúrcuma, sobre todo junto a la pimienta negra, por su gran poder antioxidante y antiinflamatorio, la canela, pues regula el azúcar en la sangre y desparasita, los probióticos, pues es imprescindible para el buen estado de salud tanto física cómo mental gozar de una buena flora intestinal, el aceite de coco virgen extra, pues desparasita y es el gran nutridor de las células además de reducir la inflamación, la vitamina D que la podemos adquirir tomando el sol, comiendo pescado de agua fría y champiñones. Y también las grasas monoinsaturadas cómo el aguacate, las olivas, y el aceite de oliva, de sésamo entre otros.

Vayamos pues a un factor que tienen algunos cereales cómo el trigo, la cebada, la avena, la espelta, el kamut…el gluten.

El gluten es una proteína que funciona cómo un aglutinador. Está formado por gluteina y gliadina que es la sustancia que da ese carácter esponjoso, suave y que permite que la masa se infle cuando el trigo se mezcla con la levadura.

Su cualidad pegajosa hace que pueda adherirse a las paredes intestinales llegándolas a perforar irrumpiendo así un torrente de tóxicos en la sangre, y generando un proceso inflamatorio, que es la piedra angular de muchos trastornos neurológicos. De echo, el problema con el gluten en algunas personas aparece en forma de intolerancias, alergias, diarreas, hinchazón, problemas de piel….y en otras produce daño cerebral sin que la persona sea consciente de ello!!!! Pues cuando los anticuerpos entran en contacto con una proteína o antígeno se desata una cascada inflamatoria que libera una serie de sustáncias químicas dañinas, las citocinas, estas son fuertes antagonistas del cerebro, pueden dañar su tejido y dejarlo vulnerable a la disfunción y a la enfermedad.

Otro problema con los anticuerpos que genera el sistema inmune para protegerse de la gliadina, es que pueden combinarse con proteínas específicas que se encuentran en el cerebro y que se asemejan a la gliadina presente en los alimentos con gluten, pues los anticuerpos no notan la diferencia. Y esto conlleva a citocinas inflamatorias. Por ello se ven altos niveles de citocinas en casos de alzheimer, parkinson, esclerosis múltiple y autismo.

Por ello hemos de tener en cuenta que la intolerancia al gluten se puede manifestar en disfunciones cerebrales y no presentar problemas gastrointestinales de ningún tipo.

 Este transtorno debido al gluten se conoce por primera vez cuándo un distinguido médico de Grecia, Areteo de Capadocia describió la intolerancia al gluten cómo la ocasionante de epilepsia, cefaleas, vértigos y parálisis. Él fue el primero en acuñar el término “celíaco” que en griego significa “abdominal”.

La raíz de cualquier enfermedad tanto física cómo emocional es la inflamación intestinal. Para el Taoista lo más preciado de su práctica era el cultivo de la mente, por ello, cuidaban su intestino, pues un intestino en buen estado implica una mente despierta, ágil, sana.

No hemos notado alguna vez cómo después de comer pan, dulces, nos sentimos con la cabeza embotada? hinchazón abdominal….y aún así, volvemos a caer una y otra vez…..

El gluten, contiene una sustáncia llamada gliadina que se descompone en el estómago con una mezcla de polipéptidos que pueden atravesar la barrera hematoencefálica. Una vez que tienen acceso al cerebro, se pueden adherir también  a los receptores de morfina para producir la sensación de éxtasis. Este es el mismo receptor al cual se adhieren los opiáceos, produciendo así placer y adicción. A esto los científicos le han llamado exorfinas (tienen un efecto similar a la morfina) y se distinguen de las endorfinas que son los que genera el cuerpo de manera natural. Por eso comer cereales especialmente, el trigo, nos hace sentirnos tan bien y genera adicción.

Si el trigo que comían nuestros antepasados ya era tóxico para la salud. Os podéis imaginar qué estamos comiendo actualmente? Puesto que ha sido modificado genéticamente para incrementar su nivel de gluten, y ser más placentero-adictivo generando así más perforación intestinal, inflamación y bajada del sistema inmune y degeneración cerebral. Os habéis preguntado porqué vivimos en la  época en la que abunda más demencia y enfermedades mentales? O porqué nuestros ancianos pierden antes la cabeza, es decir el equilibrio y la memoria en contraposición de nuestros tatarabuelos llegaban en mejores condiciones hasta el final de sus días.

Otro factor desfavorable que nos ofrecen los cereales es el alto nivel glucémico que pueden generar, sobre todo los refinados.

Los carbohidratos se convierten en azúcar (glucosa, que es la gasolina que utiliza el cuerpo para producir energía) al entrar en el sistema digestivo. La diabetes se caracteriza por tener demasiado alto el nivel de azúcar en la sangre y la hipoglucemia (nivel demasiado bajo de glucosa en sangre, que nos hace sentir extenuados, mareados) este bajón sucede después de haber comido generalmente cereales refinados y procesados cómo el pan, pasta, galletas, arroz… Por eso, para sentirnos de nuevo con energía necesitamos volver a comer desesperadamente, para reequilibrar el nivel de azúcar en la sangre y recuperar la energía vital.

 Es importante saber que la hipoglucemia se puede convertir en diabetes si no dejamos de comer carbohidratos, sobre todo los refinados pues nos dan picos de insulina demasiado altos lo cual genera después bajones de energía.

Por ello si comenzamos a hacer una dieta más equilibrada comiendo menos cereales, sobre todo los refinados, pan, arroz, pasta…y más verduras, grasas saludables, proteínas de calidad, también azúcares de calidad y de absorción más lenta cómo son los de las frutas ya que aportan fibra y desintoxican el organismo.

La hipoglucemia en realidad es una intolerancia a los carbohidratos refinados, actúa cómo una alarma del cuerpo que está diciendo que no desea exceso de glucosa en el cuerpo, siendo la diabetes el desenlace final, convirtiéndose en una inhabilidad para utilizar los carbohidratos.

Cereales, almidones, legumbres, y azúcares, incluyendo la miel, o las frutas muy dulces al ser ingeridos se convierten en glucosa, la cual implica que el páncreas liberará insulina, que trasladará la glucosa al interior de la célula para nutrirla y la glucosa sobrante la almacenará cómo glucógeno en el hígado y músculos.

Si el hígado y los músculos por el exceso de glúcidos no tienen capacidad para almacenar la glucosa esta se almacenará cómo grasa corporal.

Al comer alimentos que produzcan un alto índice glucémico, cómo pan, arroz, patatas, endulzantes etc, haremos trabajar al páncreas en exceso formando picos de insulina. La insulina es una hormona anabólica, es decir que construye, y al estar en exceso puede construir tumores, también generar hiperestrogemia, entre otros factores desestabilizando el organismo.

El disparo de azúcar en la sangre implica también una alteración en nuestro estado emocional ya que habrá una disminución de serotonina, epinefrina, norepinefrina, gaba y dopamina. También consumirá vitamina B, importantísima para la estabilidad mental, entre otros muchos valores. El incremento de azúcar en sangre también implica que se reducirá el Magnesio, que va a deteriorar tanto el sistema nervioso como al hígado.

También el nivel de glucosa en sangre tan alto puede implicar que la glucosa, la proteina y ciertas grasas se hagan un bloque dando lugar a que tanto las células cómo los tejidos se vuelvan rígidos e inflexibles, incluidos los del cerebro, dando lugar a una degeneración cerebral con todos los problemas que ello implica.

la glicosilación empeora cuándo alimentos agresores cómo el gluten aceleran el proceso de degeneración mental. Por ejemplo es bien sabido que la Diabetes hace que haya un mayor riesgo de padecer Alzheimer. Incluso ser prediabético se asocia a una disminución de la función cerebral, y con el encogimiento del centro de memoria del cerebro, por ello es un factor de riesgo para el desarrollo del Alzheimer.

Los carbohidratos, sobre todo los refinados harán que tan alto será el subidón de insulina, como será el bajón generando así hipoglucemia reactiva, y manteniéndonos sin estabilidad, adictos a la comida y a ir picando entre horas.

Y el Taoista lo que busca precisamente es el equilibrio, la longevidad y la claridad mental.

Para acabar este artículo os dejo un extracto del libro de Néstor Palmetti, “Lácteos y trigo” que explica la gran toxicidad que genera el comer almidón tanto de cereales cómo de legumbres y de féculas.

Un abrazo y buenos alimentos!

Susanna Ruiz

El almidón, es uno de los elementos más abundantes en la nutrición humana, dada su importante presencia en granos, frutos y tubérculos de consumo masivo. Concebido por los vegetales como eficiente nutriente de reserva, sirve a la dieta humana como principal carbohidrato generador de combustión celular. Sin embargo, si no se cumplen determinadas condiciones metabólicas, puede convertirse en importante fuente de toxemia corporal. Dicha situación obedece a un factor relacionado: la excesiva permeabilidad intestinal, lo cual posibilita el rápido paso al flujo sanguíneo y causa gran cantidad de enfermedades crónicas.

Las consecuencias de este perjudicial e inadvertido aporte cotidiano de almidones a la sangre, las ilustra con precisión el Dr. Jean Seignalet, eminencia francesa en la problemática intestinal y el ensuciamiento orgánico: “Estas moléculas van acumulándose progresivamente en el medio extracelular o en el interior de las células, produciendo enfermedades de intoxicación: fibromialgia primitiva, psicosis maniacodepresiva, depresión endógena, esquizofrenia, enfermedad de Alzheimer, enfermedad de Parkinson, diabetes no insulinodependiente, gota, enfermedades hematológicas (anemia, trombocitopenia, poliglobulia, leucopenia, hiperplaquetosis), sarcoidosis, artrosis, osteoporosis, arteriosclerosis, envejecimiento prematuro, cáncer y leucemias. La tarea de eliminación de estas moléculas exógenas, es asegurada por los polinucleares neutrófilos y los macrófagos que transportan los desechos a través de los emuntorios. Cuando los glóbulos blancos aumentan excesivamente, provocan una inflamación del emuntorio. Esto da lugar a patologías de eliminación: colitis, enfermedad de Crohn, acné, eccema, urticaria, soriasis, bronquitis, asma, infecciones de repetición, alergias, aftas bucales, etc”.

Otra explicación interesante la brinda el Dr. Norman Walter, longevo autor del libro “Rejuvenezca”: “Cuando tomé conciencia de que la molécula de almidón no es soluble en agua, alcohol ni éter, descubrí por qué los cereales y los alimentos feculentos que había comido en grandes cantidades habían causado tales daños en el hígado, haciendo que se endureciera como un pedazo de cartón. También me dio indicios de por qué se forman cálculos duros como piedras en la vesícula y en los riñones, y por qué la sangre se coagula de manera no natural en los vasos sanguíneos, formando hemorroides, tumores, cánceres y otros desequilibrios en el organismo. La molécula de almidón viaja a través del torrente sanguíneo y linfático como una molécula sólida que las células, tejidos y glándulas del cuerpo no pueden utilizar”.

Wes Peterson, nutricionista de Wisconsin (EEUU), aporta más datos a este rompecabezas: “Hace mucho advertí que los almidones crean mucosidad. Muchos especialistas han tratado este tema, y lo he comprobado en mi experiencia y en la de muchas otras personas. ¿Por qué forman mucosidad? Un motivo es porque son insolubles en la sangre. Las partículas o gránulos de almidón que pasan del intestino al torrente sanguíneo, son tóxicas; el cuerpo no las puede utilizar y resultan perjudiciales. El organismo intenta eliminarlas a través de los principales canales de desintoxicación, entre otros, el sistema linfático y los senos nasales. De esta manera, el cuerpo busca purgarse a través de la mucosidad. Pero este mecanismo a veces no basta; los almidones congestionan y bloquean el organismo, factor que contribuye a la degeneración del cuerpo y a la enfermedad”.

Sin embargo esta problemática se conoce desde hace tiempo, como señala el Prof. Prokop de la Humboldt Universitat de Berlín (Alemania): “Hace más de 150 años se establecieron los fundamentos del llamado efecto Herbst, que luego fue olvidado. En la década del 60 fue redescubierto por el Prof. Volkheimer en el Charite Hospital de Berlín, y luego examinado a través de muchos experimentos y publicaciones. ¿Qué es el efectoHerbst? Si experimentalmente se le da a un animal o a un ser humano, una cantidad importante de almidón de maíz, galletas  u otro producto que contenga almidón, se pueden encontrar gránulos de almidón en la sangre venosa, minutos o media hora después de la ingesta, y en la orina después de una hora o más. Se ha creado el término “persopción” para describir este interesante fenómeno. De hecho, es sorprendente que se le haya prestado tan poca atención. Constituye, de hecho, la base de nuestra comprensión de la inmunización peroral y de las alergias. Espero que muchos se den cuenta de las implicaciones que esto tiene en la salud pública”.

El mismo Volkheimer precisa: “Micropartículas sólidas y duras, tales como los gránulos de almidón, cuyos diámetros están claramente en el rango micrométrico, se incorporan regularmente en número considerable desde el tracto digestivo. Los factores motores desempeñan un papel importante en la penetración paracelular de la capa epitelial de la célula. Desde la región subepitelial, las micropartículas son sacadas a través de los vasos linfáticos y sanguíneos. Se las puede detectar en los fluidos corporales usando métodos simples; apenas unos minutos después de la administración oral, se las puede hallar en el sistema sanguíneo periférico. Observamos su pasaje hacia la orina, bilis, fluido cerebroespinal, la luz alveolar, la cavidad del peritoneo, la leche materna y a través de la placenta hacia el flujo sanguíneo del feto. Dado que las micropartículas persorbidas pueden embolizar los vasos pequeños, esto está vinculado a los problemas microangiológicos, especialmente en la región del sistema nervioso central. El depósito a largo plazo de micropartículas embolizantes, formadas por potenciales sustancias alergénicas o contaminantes, o que transportan contaminantes, tiene importancia inmunológica y técnico-medioambiental. Muchos alimentos listos para consumir contienen grandes cantidades de micropartículas que pueden ser persorbidas”.

Al respecto expresa el Dr. B.J. Freedman“Los gránulos intactos de almidón pueden pasar a través de la pared intestinal y entrar al torrente sanguíneo. Permanecen intactos si no han sido cocidos en agua durante suficiente tiempo. Algunos de estos gránulos embolizan arteriolas y capilares. En la mayoría de los órganos, la circulación colateral es suficiente para que continúe la función del órgano. Sin embargo, en el cerebro, se pueden perder neuronas. Después de muchas décadas, la pérdida de neuronas podría tener importancia clínica y ser la causa de la demencia senil. Para testear esta hipótesis, hace falta examinar cerebros buscando gránulos de almidón embolizados. La examinación polariscópica de los tejidos permite distinguir claramente a los gránulos de almidón de otros objetos de aspecto similar”.

Para asegurar que los almidones se digieran adecuadamente, los seres humanos debemos masticar muy bien la comida, a fin que se mezcle eficientemente con la saliva. Sin embargo, sólo el 30% o 40% del almidón consumido puede ser degradado en la boca por la acción de las enzimas salivares.

El Dr. Arthur C. Guyton en su Texto de Fisiología Médica aclara: “Lamentablemente, la mayoría de los almidones, en su estado natural en los alimentos, se presentan en pequeños glóbulos, cada uno de los cuales tiene una delgada película protectora de celulosa. Por lo tanto, la mayoría de los almidones naturales se digieren de manera ineficiente por la acción de la ptialina, a menos que se cocine muy bien la comida para destruir esta membrana protectora”.

Ahora bien, la cocción necesaria para destruir la membrana protectora de las células de almidón, ¿qué le hace al valor nutricional del alimento? El nutricionista estadounidenseWes Peterson realiza un razonamiento al respecto: “Para evitar absorber gránulos intactos de almidón, tóxicos para el organismo, el alimento feculento debe cocinarse en agua hasta formar una masa homogénea de consistencia blanda. Sin embargo, la cocción transforma el alimento en una sustancia patológica, artificial y extraña, desordena su estructura y su patrón energético, destruye su fuerza vital, daña y altera nutrientes, elimina enzimas y vitaminas, y crea nuevas sustancias tóxicas. Dado que el cuerpo humano utiliza los almidones a través de un complicado proceso que es sólo parcialmente efectivo, ¿por qué no considerar la posibilidad de cubrir las necesidades de hidratos de carbono consumiendo por ejemplo frutas frescas, que ya contienen azúcares simples, fáciles de digerir? No necesitamos almidones para nada y podemos tener mejor salud sin ellos”.

Los problemas del almidón muy cocido

La otra cara de la moneda es el exceso de cocción que sufren hoy día nuestros almidones alimentarios. En este sentido, la problemática más estudiada es la acrilamida. Se trata de una sustancia artificialmutagénica y cancerígena que se origina al freír, tostar u hornear alimentos feculentos por encima de los 120ºC. La acrilamida forma parte de las nuevas moléculas que se generan a través de la cocción de los alimentos y que resultan tóxicas.

La primera señal de alarma provino de la Universidad de Estocolmo (Suecia) en 2002, através de un estudio que encontraba altas cantidades de esta sustancia en alimentos de consumo masivo: 1.200 mcg en papas fritas industriales, 450 mcg en papas fritas casera, 410 mcg en galletitas, 160 mcg en cereales de desayuno y 140 mcg en el pan. Para dar una idea, la OMS permite solo 1 mcg por litro de agua potable, como valor aceptable. Por su parte, la Agencia Internacional de Investigación del Cáncer establece que la acrilamida induce mutaciones en los genes y tumores, y daña el sistema nervioso.

Recomendaciones útiles

Sin necesidad de adoptar posturas extremas, sin embargo es importante tomar consciencia de la gravedad del problema expuesto, dadas las implicancias en la generación de importantes patologías crónicas y degenerativas. A modo de resumen, creemos útil esbozar algunas sugerencias para minimizar los daños que nos genera la moderna alimentación industrializada a la que estamos expuestos.

  • Reducir el consumo de harinas, dado que por lo general tienen un procesamiento inadecuado.
    • Privilegiar el consumo de granos enteros e integrales, que obligan a extremar los cuidados de cocción.
    • No olvidar que cereales y legumbres son semillas que se pueden activar, germinar y fermentar, con lo cual desdoblamos los almidones evitando la cocción.
    • Preferir las cocciones lentas y de baja temperatura, tratando de no superar los 100ºC.
    • Al cocinar cereales enteros, realizar un tostado previo en seco, agregando luego el agua para completar su correcta cocción.
    • Al cocinar legumbres, realizar el remojo previo, sosteniendo luego la cocción hasta que el grano se deshaga ante la presión de los dedos.
    • Preferir los granos menos manipulados genéticamente y más resistentes a los cambios estructurales (arroz, trigo sarraceno, mijo, quínoa, amaranto, maíces andinos, etc).
    • Realizar una buena masticación e insalivación de los alimentos amiláceos, tratando de advertir el natural sabor dulce que generan los azúcares simples.
    • Combinar cereales y legumbres con acompañamientos enzimáticos: ensaladas crudas, germinados, jugos recién exprimidos, semillas apenas tostadas, chucrut, salsa o pasta de soja (shoyu o miso), kéfir de agua, etc.
    • Asegurar un buen aporte de microminerales, vitaminas y aminoácidos, a través de alimentos naturales y completos (polen de abejas, sal andina, algas, semillas, etc.).
    • Cuidar el equilibrio de la flora intestinal, reduciendo el consumo de alimentos con antibióticos y conservantes, e incrementando aquellos que aportan enzimas, fibra soluble y regeneradores de flora.

Texto final perteneciente a el libro “Lácteos y Trigo”, escrito por Néstor Palmetti.

BIBLIOGRAFIA:

EL CUERPO TAOÍSTA, Kristofer Schipper

EL CAMINO DEL QIGONG, Kenneth Cohen

ALIMENTA TU CEREBRO, Dr David Perlmutter

CEREBRO DE PAN, Dr David Perlmutter

SIN TRIGO, GRACIAS, Dr William Davis

PALEOVIDA, Carlos Pérez

LA DIETA PALEOLÍTICA, Loren Cordain

EL PODER DEL METABOLISMO, Frank Suárez

Publicado en TAO